Pensaba en las primeras veces, en las que caben todas las posibilidades de lo que está por pasarnos, ahí somos nosotros de manera más auténtica, todavía no tenemos condicionantes.
Ya sea el primer amor, el primer trabajo o el primera amanecer en un lugar, se nos abre el abanico de los “porqué no”. Después el día, la vida, se encargan de meternos miedos, recelos… y nos limita.
Pero en ese momento de la primera vez, todo nos parece que puede pasar.
Cuando me levanto en un nuevo amanecer, venzo la pereza (o me ayuda el jetlag) y no dejo de sorprenderme de la belleza de la vida y creo que podría congelar ese momento. Aunque sea en una fotografía, mi manera de mantenerme en los lugares donde quiero que me pase de todo.
Comienzo a editar las fotos de un viaje que pretendía ser un comienzo a una vida nueva, donde enfrentara mis miedos y la soledad.
No sé si finalmente lo conseguí, estoy todavía viajando dentro de mi, pero si sé que hay comienzos que pueden durar para siempre en el recuerdo, como me pasa ahora cerrando los ojos y sintiendo ese primer día en el Observatorio Griffith de Los Angeles.
Y suena James Taylor